Descanso en paz…

El viernes me había acostado tarde a la noche y como no tenía nada pensado para el Sábado creí que era el momento ideal para vegetar todo un día.

 

Dormir hasta las 2 o 3 de la tarde, levantarme en calzoncillos y andar todo el día así panza para afuera, comer lo que encuentre en la heladera… y despeinado echarme en el sofa a mirar en la tele cualquier boludez.

 

Ya de arranque, el viernes a la noche me dormí sentado en el sofá del living hasta las 5 de la mañana del Sábado… como pude me arrastré hasta el baño a hacer todas las cosas que uno hace antes de acostarse todos los días que no voy a detallar acá porque son una chanchada.

 

No sé cómo miércoles le emboqué al inodoro. Me miro al espejo y aunque un poco nublado veo una marca en mi cuello… me había quedado marcado el posa-brazos del sofá y también me pareció que estaba un poco inclinado hacia la derecha y encorvado… intenté enderezarme y me quedé duro. Terrible dolor… tenía ciática… y solo tengo 37 años…

 

Me arrastré hasta la cama y con el escobillón, desde el piso iba apagando las luces detrás de mí. Fue un suplicio pasar del suelo a la cama pero lo logré.

 

Empezó a amanecer y la luz del sol que pasaba por las rendijas de la persiana me daba justo en la cara… parpadée y vi muy lejos la ventana… así que me tapé la cabeza y me iba durmiendo muy lentamente…

 

Zas!!! Suena el teléfono… con el único ojo que pude entreabrir miré el reloj… las 7 de la mañana. Debía ser grave así que atendí. Del otro lado una voz anciana que me preguntaba:

 

– ¿Juancho?

  No señora, número equivocado – respondí

 

Antes que cortara me insistió…

 

          ¿Juancho sos vos? Soy tu tía…

          No, señora, acá no vive ningún Juancho…

 

La vieja sorda no me escuchaba:

 

          ¿Qué decís Juancho? que no te escucho… estoy un poco sorda

          QUE ACÁ NO VIVE NINGÚN JUANCHO SEÑORA…

          ¿Qué seguís viviendo en un rancho? ¿Qué rancho?

 

Ya molesto decidí cortar la comunicación abruptamente:

 

          NO TÍA… QUE NO TE BANCO, NUNCA TE BANQUÉ Y QUE NO ME LLAMÉS MÁS Y MENOS A ESTA HORA… VIEJA DE M….

 

Me volví a tirar sobre la cama, ya ni me tapé no llegué antes de cerrar el único ojo que pude abrir.

 

Habrá pasado media hora y me suena el celular… al principio no le di importancia, pero volvió a sonar y volvió a sonar unas 20 veces. Me estaban llegando mensajes de texto.

 

Me incorporé con los ojos cerrados y me levanté golpeándome con la cama y todo lo que estuviera a mi paso. Había dejado el teléfono sobre la mesa. Me di cuenta que había llegado a ella cuando me golpée la parte baja de la cintura en ella. Quedé unos instantes doblado y luego tomé el celular.

 

Era mi padre que en el siglo XXI aún no sabe usar el celular y no lo bloquea. Cuando lo aprieta sin querer y como mi nombre es Alejandro y estoy primero en la Agenda de sus contactos me envía infinitos mensajes de texto hasta que al fin se le acaba el saldo de sus celular. Lo apagué furioso y anote en un papel un recordatorio:

 

          PUTEAR A MI VIEJO

          ROBARLE EL CELULAR

          REGALARLE UN WALKIE TALKIE

 

Arrastrando mis pies descalzos y muerto de frío me volví a acostar.

 

Ya me iba por un túnel y veía una luz al fondo cuando me sobresalté al escuchar que golpeaban la puerta… no hice caso y me metí la almohada en la cabeza… siguió insistiendo… insistiendo mucho.

 

Me levanté y eché un ojo en la mirilla… había una mujer con una carpeta en la mano… me intrigó… así que corrí a mi dormitorio me metí un pantalón deportivo que había tirado por ahí y una remera naranja… o sea no muy a la moda pero por lo menos estaba vestido y no desnudo…

 

Con dificultad abrí la puerta. La mujer lo primero que hizo fue levantar la mirada sobre mi cabeza… observé de reojo que en el brillo de la puerta se reflejaba algo que me salía de la cabeza como si fueran cables… ups!! Estaba despeinado, mis pelos salían en todas direcciones… intenté acomodarlos pasando mi mano sobre mi dúctil cabellera pero no funcionó así que como ya me había visto así proseguí sin darle mucha importancia al asunto.

 

          Si, ¿Qué desea? –pregunté

          Buenos días señor –me dice y continuó- ¿Ud. es creyente?…

 

Uhhh!!! Ya me la veía venir, le puse cara de preocupación y desconcierto, ella se dio cuenta.

 

          ¿Cree en Dios o pertenece a alguna religión?

          No –respondí tajantemente e intenté continuar-… y no me inter…

 

Me cortó la frase y siguió como si nada…

 

          ¿No conoce la palabra de Dios?

          Nunca la escuché, no sé ni como suena…

          La palabra de Dios se lo digo en sentido metafórico, le pregunto si alguna vez leyó las Santas Escrituras – me dice.

          Pues, leí muchas escrituras, sobre todo en algunos baños públicos pero Santas, Santas como que no eran…

          Señor no se ría de la palabra de Dios, le estoy hablando en serio…

 

Me encogí de hombros. Me entró un poco de vergüenza por mi actitud… pero poca. Intenté escucharla aunque mis ojos a esa altura estaban más rojos que tomate con ketchup.

 

Entre todas las palabras que atendí a medias me quiso vender una Biblia, un libro del paraíso y un libro para interpretar la Biblia y el paraíso, un pedazo de piedra del Monte Sinaí, un trozo de tela sucio de tierra que era un pedacito de sábana con la que dormía Jesús, un frasquito de shampoo con agua bendita y no sé cuantas cosas más. Le dije que no a todo, así que sacó de su carpeta un folleto con un dibujo tipo pintura de varias personas en un parque con sus hijos, sus perros y en el fondo ciervos y pajaritos y un titular bien grande que decía… SE ACERCA EL JUICIO FINAL.

 

Por un instante me distraje y me miré… pensé “se viene el juicio final y yo en pantalón deportivo, una remera naranja, descalzo y con los pelos parados”…

 

Lo agarré porque ya estaba aburrido… sacó dos papelitos más que solo tenían texto indicando días, horas de reuniones de los discípulos, y se fue.

 

Cerré la puerta, fui hasta el balcón y tiré los papelitos al tacho de basura… eran casi las 10 de la mañana. Me saqué el deportivo para volver a acostarme y zas!! La puerta de nuevo… “¿quien mier… es ahora?”. Me volví a poner el deportivo y ya sin observar por la mirilla, abrí la puerta… Fue un error.

 

Un tipo que estaba vendiendo cosas, me decía que tenía como 8 hijos y tenía que volver a su casa para darle de comer y estaba trabajando desde temprano en la calle. De un bolso enorme sacó una bolsa llena de chucherías y me dijo:

 

-Le dejo sin compromiso una bolsa y si le sirve alguna cosita el precio está anotado en cada artículo. Lo paso a retirar en un momento.

 

No me dio tiempo a reaccionar cuando quise ver tenía bajo mi brazo la bolsa y el tipo estaba un piso más arriba golpeando otros apartamentos.

 

Cerré la puerta y ya que tenía que esperar a que volviera me senté en el sofá dejando la bolsa sobre la mesita del living. No la abrí porque imaginé que venía enseguida y además no me interesaban nada esas porquerías.

 

El tipo demoraba. Pasaron 5 minutos, 10, 15, 20… Empecé a mirar de reojo la bolsa hasta que la abrí y empecé a sacar de a una las cosas… pack de palillos para ropa, pastilla desodorante para inodoros, un hueso de goma para perros, una muñeca de plástico, un pelotita de goma, un disfraz del hombre araña y otras cosas que no le di importancia.

Se estaba demorando mucho el tipo, ya había pasado una hora y yo estaba meta bostezar ya eran como las 11 y pico de la mañana. Acostarme ya no me iba a acostar.

 

Pensé que el tipo se había olvidado de levantar esta bolsa así que me dije y bueno… “a caballo regalado no se le mira el diente”… tenía unos calzoncillos recién lavados que no tenía palillos para colgarlos… agarré los palillos y los metí en la cuerda; el hueso de goma se lo tiré a mi perra que se puso supercontenta meneando la cola como loca, agarró el hueso y lo babeó todo, lo mordisqueó lo tiró varias veces de una punta a otra mientras lo corría atrás… terrible felicidad mi perra; la pastilla desodorante para inodoros me vino bien porque con todo esto me había venido ganas de desagotar la barométrica… y bueno fui… y ya de paso después, metí la pastilla.

 

Prendí la tele e hice zapping. Nada de lo que había me gustaba. Mientras cambiaba empecé a jugar con la pelotita de goma haciéndola rebotar por todas las paredes y cosas de la casa. Hasta que en un golpe desafortunado se me fue para el dormitorio. Tenía pereza así que no la fui a buscar.

 

Estaba super-aburrido, relojee el traje de hombre araña… pensé “¿quién me va a ver?”… me saqué la ropa…quedé en calzoncillos y trataba de meterme el traje… imagínense con esta anatomía intentar calzarme un traje para un niño de 8 años.

 

Las calzas azules me quedaron a la altura de la cadera trancados… tenía que caminar tipo pingüino… la parte del tronco solo pude meter los brazos y el dibujito de la araña en el pecho me quedó atragantada en el cuello… hasta me pareció sentir los pelitos de las patas… y cuando me quise poner la máscara se me rajó y me quedó un ojo y la nariz a través de terrible agujero además de un mechón de pelo para atrás…

 

En ese mismo momento en el que intentaba correr la tela elástica de mi nariz para poder respirar golpearon la puerta… gatée hasta la puerta y me escurrí por el borde de ella ayudado por el pestillo hasta la mirilla… “Ohhh nooooooooo, el vendedor”… me quería morir, después de una hora y media volvió a retirar sus productos… “¡¡¡Que hago!!!” pensé…

 

Me saqué la máscara de un tirón, me escupí la mano y mojé con toda mi saliva mi pelo… me metí detrás de la puerta y abrí.

 

Aunque con una franja roja extraña a través de mi cara, mi cuerpo quedó tras la puerta por lo que no pudo ver que tenía el traje puesto. La complicidad de mi pelo “mojado” ayudó cuando dije: “ah, te habías demorado tanto que me entre a duchar… ¿me das unos minutos para vestirme?”… “si, mientras voy a buscar los del resto del edificio” me respondió.

 

Cerré la puerta y no sabía como empezar… si le pagaba aquello me iba a salir como $ 500 y yo no quería pagar por eso que para mi era una fortuna por baratijas.

 

Así que pensé “yo me la juego le meto todo en la bolsa y se lo devuelvo”.

 

Lo primero sacarme el traje… a los tirones me saqué el traje de hombre araña, la araña ya estaba muerta me parece. Lo más complicado fue sacarme la parte del pantalón que me había quedado atravesada en la cadera y no se movía hasta que por fin cedió. Enrosqué el traje y lo metí en la bolsa.

 

Me puse la ropa anterior en 1 minuto y corrí a descolgar los palillos. Los calzoncillos cayeron sobre las plantas. Metí los palillos en la bolsa.

 

En un suspiro llegué al baño y saqué goteando la pastilla desodorante del inodoro… la sequé con la toalla y la metí en la bolsa.

 

Corrí, no sin antes resbalar y caer de culo, hasta el dormitorio buscando la pelota de goma… la maldita pelota de goma que no encontraba por ningún lado… me tiré al piso y me arrastré como un soldado en la guerra… mordí el polvo literalmente. Pelusa, pelos y polvo en mi boca… un asco!! Allá estaba sobre una de las patas. La tomé y corrí nuevamente para meterla en la bolsa… ¿Qué me quedaba?… Ah sí… el hueso de goma.

 

Totalmente mordisqueado y babeado el hueso estaba entre las patas y la boca de mi perra. Hice un amague para sacárselo y me gruñó. Le grité “CALLÁTE PERRA DE MIÉRCOLES”… me mostró los dientes y me ladró… me asusté.

 

Golpearon la puerta nuevamente.

 

Corrí a la cocina, abrí la heladera y saqué un kilo de carne que tenía para almorzar… se lo llevé a la perra… me seguía gruñendo sin soltar el hueso. Nos miramos fijamente como acordando un trueque ella sin soltar el hueso, yo sin soltar la carne. Con mi mano izquierda yo le mostraba la carne, con la derecha extendida para tironear el hueso. Ella acomodando los dientes para tomar la carne y corriendo la patita para dejarme paso al hueso.

 

Fue un segundo, mordió la carne, yo el hueso. Chorreaba baba asquerosa. Lo refregué por mi remera… y lo metí destartalado en la bolsa. Acomodé todo para que no se notara que lo había usado y se lo llevé al tipo.

 

Abrí la puerta le di la bolsa y le dije… “Gracias no necesito nada” y sin darle tiempo a nada cerré.

 

Exhausto me tiré en el sofá y con hambre porque me había quedado sin almuerzo me dormí… y esta vez sí… no me importó que sonara el teléfono, que me golpearan la puerta o que me ganara la lotería.

 

No me desperté hasta que se hizo medianoche… y solo abrí los ojos para guiarme hasta la cama… solo tuve tiempo para dejar una notita en el pestillo de la puerta de mi dormitorio que decía:

 

“FAVOR NO MOLESTAR, LLAMAR SOLO EN CASO DE INCENDIO… Y SOLO SI EL FUEGO ESTÁ MUY CERCA DE LA CAMA”.

Alejandro Peña

Lic. en Ciencias de la Comunicación. Autor de "El lado oculto de la información" en 1997. Periodista y Publicista. Redactor. Diseñador Gráfico y Web.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *